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Hay una mujer. La amo. Podría decir, punto por punto, por qué. Podría enunciar sus rasgos de carácter, sus inclasificables rasgos de carácter, buenos y malos, que me han llevado a amarla: habla griego, tiene pecas, tiene una herida en la frente, una leve señal de interrogación; es radical, le gusta la buena vida, su cabellera es larga y ondulada, su boca es agria, su corazón es débil, sus muslos son cortos (uno más que el otro), (...); le gusta Italo Calvino, los copos de avena, tiene la piel morena, es vulgar y pudorosa a la vez, con la misma determinación valiente. Podría contar con los dedos de una sola mano las veces que la he visto, etcétera.
Hay una mujer. La amo. Podría decir, punto por punto, por qué. Podría enunciar sus rasgos de carácter, sus inclasificables rasgos de carácter, buenos y malos, que me han llevado a amarla: habla griego, tiene pecas, tiene una herida en la frente, una leve señal de interrogación; es radical, le gusta la buena vida, su cabellera es larga y ondulada, su boca es agria, su corazón es débil, sus muslos son cortos (uno más que el otro), (...); le gusta Italo Calvino, los copos de avena, tiene la piel morena, es vulgar y pudorosa a la vez, con la misma determinación valiente. Podría contar con los dedos de una sola mano las veces que la he visto, etcétera.
"La verdad es que te amo." Se lo cree y no.
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